«El acto de la lectura implica, pues, una forma de reflejo. Vemos en nuestra mente, despertada por el lenguaje que en un determinado momento nos habla, una reproducción móvil de la aparente rigidez del escrito. Esa movilidad está en nosotros, está en el lector; pero éste tiene que acomodar el discurso de su tiempo, que fluye con el estático esquema que la escritura le presenta. Por eso tiene que pensar, para su propio tiempo, repitiendo en su intimidad el lenguaje que lee; volviendo atrás su propio discurso, atado a la permanencia de la letra.»
(Emilio Lledó, El silencio de la escritura) Fuente: Boulé